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COVID 19 | El desafío de lavarse las manos en un mundo sin seguridad hídrica

Un grupo de expertos internacionales recomiendan invertir en infraestructuras hidráulicas para garantizar la seguridad hídrica como elemento esencial de higiene contra la pandemia de la COVID-19 y las que vengan en el futuro

Aunque nuestro planeta azul está cubierto en un 70% por agua, solo el 3% es agua dulce (de la cual un 70% es nieve o hielo, o no está disponible para uso humano).


Además, el agua dulce disponible se distribuye de manera desigual geográficamente en el espacio y el tiempo, de modo que se estima que cuatro mil millones de personas experimentan una “escasez grave de agua” durante al menos un mes al año, lo que genera dificultades para el lavado de manos y el saneamiento.


En el contexto de la actual pandemia de COVID-19, un grupo de expertos internacionales de las universidades de Birminghamin en el Reino Unido y la Universidad Northwestern en los Estados Unidos instan una acción urgente sobre la seguridad hídrica como elemento esencial para preparar mejor a las sociedades para futuras crisis sanitarias.


En un artículo publicado en la revista ‘Nature Sustainability’ exploran el desafío de la higiene de manos en un mundo del agua cambiante y reflexionan sobre la importancia de hacer un progreso rápido para “asegurar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos” tal y como señala Naciones Unidas en su Derecho Fundamental y Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 6.


El profesor David Hannah, que ocupa la Cátedra UNESCO de Ciencias del Agua en la Facultad de Geografía, Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la Universidad de Birmingham, señala que “la pandemia de COVID-19 ha puesto al descubierto la urgente necesidad de una acción mundial en materia de seguridad hídrica”.


“Esta es un derecho humano básico que no se está cumpliendo en grandes sectores de la población mundial y el COVID-19 nos ha proporcionado una llamada de atención que no podemos permitirnos ignorar”, añade.


En su artículo destaca que se prevé que los desafíos relacionados con la disponibilidad de agua se generalizarán y agudizarán debido al cambio climático y los aumentos asociados en los extremos hidrológicos como inundaciones y sequías, así como al cambio en la demanda de agua debido al crecimiento de la población, el desplazamiento, la intensificación de la agricultura y la degradación de la infraestructura .


La incapacidad anticipada de muchos hogares para seguir las pautas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) durante la pandemia de COVID-19 revela, a juicio de Hannah que se necesitan importantes inversiones tanto en la infraestructura del agua como en la gobernanza del agua para gestionar y suministrar recursos para garantizar un lavado de manos seguro.


En este sentido propone, junto con otros expertos mejorar la infraestructura y las tecnologías del agua, promover el cambio de comportamiento con las partes interesadas, las comunidades y el liderazgo local y proporcionar alternativas de saneamiento independientes del agua para reducir la inseguridad hídrica.


Se necesitan importantes inversiones tanto en la infraestructura del agua como en la gobernanza del agua para gestionar y suministrar recursos para garantizar un lavado de manos seguro

Mejorar la infraestructura y las tecnologías del agua


Asegurar la protección del agua en origen es clave. El principio de que “es mejor prevenir que curar” se aplica aquí, ya que proteger las fuentes de agua de la degradación es a menudo más barato y más eficaz que construir una infraestructura de almacenamiento como represas y aplicar técnicas de descontaminación a posteriori.


En este aspecto recomiendan los enfoques de barreras múltiples basados en sistemas adecuados de tratamiento y distribución de agua, análisis de agua y capacitación de administradores de agua como métodos probados para garantizar agua potable segura .

Esto incluye además el desarrollo de soluciones técnicas para el reciclaje y la reutilización de aguas residuales domésticas, como la recolección de agua de lluvia, la reutilización de fuentes de aguas grises y esquemas gestionados de recarga de acuíferos.


Estas tecnologías son de particular relevancia para áreas con escasas precipitaciones, fuerte estacionalidad hidrológica o capacidad limitada de almacenamiento de agua natural o de infraestructura.


Para asegurar el éxito de estos esquemas, los expertos insisten en que son cruciales la infraestructura funcional de transmisión y almacenamiento, la evaluación rigurosa de la calidad del agua, los enfoques de barreras múltiples para proteger la fuente de agua y la participación temprana del usuario final.


Hay una demanda crítica de mejorar la infraestructura del agua para reducir la inseguridad hídrica pero, los expertos apuntan que si bien el uso de soluciones tecnológicas, como una mayor utilización de grifos o sensores de bajo flujo para reducir el desperdicio de agua, tiene un gran potencial, la adopción de dichas tecnologías requiere soluciones para satisfacer las demandas de energía, la inversión inicial y los costos de mantenimiento.


Son cruciales la infraestructura funcional de transmisión y almacenamiento, la evaluación rigurosa de la calidad del agua, los enfoques de barreras múltiples para proteger la fuente de agua y la participación temprana del usuario final


Mejorar la gobernanza, cuestión de confianza


La pandemia actual de COVID-19 ha aumentado el reconocimiento por la higiene a nivel mundial y puede servir como una oportunidad para cambiar comportamientos y promover el lavado de manos frecuente.


Hannah y su equipo recalcan que incluso para las comunidades con acceso continuo a suministros de agua estables en la actualidad, se requiere con urgencia repensar el valor del agua como un recurso de usos múltiples y cómo usarla de manera sostenible.

Las proyecciones de cambio climático y población sugieren que es poco probable que los sistemas de agua actuales satisfagan las necesidades de agua futuras; en consecuencia, es probable que la inseguridad del agua en los hogares se vuelva más frecuente, destacan en su artículo.


En ese sentido, la dependencia excesiva del agua embotellada comercialmente puede volverse rápidamente autoperpetuante y desincentivar la inversión en infraestructura hídrica sostenible, añaden .


Las experiencias de contaminación del agua, en particular cuando no se detectan visualmente, aumentan el escepticismo sobre la gestión de los sistemas hídricos y pueden causar un impacto negativo duradero en la confianza percibida de los recursos hídricos.



Dado que las decisiones sobre la gestión del agua y los objetivos de saneamiento, así como la asignación de recursos humanos y financieros, a menudo son tomadas o influenciadas por líderes políticos y comunitarios en todos los niveles, indican que es esencial abogar por soluciones inclusivas en estos diferentes niveles.


Es probable que la formación de paneles de expertos y partes interesadas locales aumente la objetividad y credibilidad de los hallazgos, así como también mejore la percepción pública y el cumplimiento de las recomendaciones.


Alternativas de higiene independientes del agua


Menos del 19% de las personas en los países en vías de desarrollo usan jabón de manera rutinaria, lo que destaca la necesidad crítica de mejorar oportunidades de saneamiento y educación como motor del cambio de comportamiento.


En este aspecto el artículo señala la necesidad de desarrollar y desplegar ampliamente herramientas de pronóstico para comprender la probabilidad de escenarios extremos que requieran operaciones de socorro específicas, como grifos temporales o el uso generalizado de productos sanitarios a base de alcohol cuando el lavado de manos se vuelve imposible.


Insisten en que muchos más grupos a nivel mundial se vuelven vulnerables a las repercusiones negativas de la inseguridad hídrica, incluidas las comunidades migratorias, las personas desplazadas, los grupos étnicos minoritarios y las comunidades indígenas.


Una mirada al futuro


Aunque este artículo liderado por el profesor  David Hannah está escrito en el contexto de la pandemia de  COVID-19, los problemas con la disponibilidad, la calidad y el acceso al agua están siempre presentes para muchas personas en todo el mundo.


“Nunca la urgencia del llamado a la acción sobre el ODS 6, para garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos, ha sido tan evidente y significativa para tanta gente. A la luz de esta pandemia, es evidente que no se está cumpliendo el derecho humano al agua para consumo“, señalan.


“Mientras consideramos lo que se debe hacer para hacer realidad la Agenda ODS 2030 y preparar mejor a las sociedades para futuras crisis de salud mundial, alentamos a los encargados de formular políticas y a los implementadores de programas a priorizar el agua, saneamiento e higiene y considerar soluciones holísticas que aborden cada faceta de la inseguridad hídrica (disponibilidad, calidad y y accesibilidad)”.


Si bien es más obvio cómo las sequías reducen la disponibilidad de agua, se reconoce cada vez más que las inundaciones pueden reducir la disponibilidad de agua limpia debido, por ejemplo, a la contaminación inducida por tormentas por desbordes combinados de alcantarillado que contaminan ríos y recursos de agua subterránea.


La inseguridad hídrica tiene consecuencias para el bienestar mental, físico, nutricional y socioeconómico de miles de millones


Como resultado, el agua puede no ser apta para el consumo o la higiene debido a la contaminación por múltiples contaminantes químicos o biológicos (por ejemplo, patógenos, virus, bacterias y protozoos) que presentan riesgos inmediatos para la salud.

Por ejemplo, lavarse las manos con agua contaminada puede aumentar el riesgo de contraer infecciones entéricas que pueden causar diarrea , que es un impulsor inmediato de la desnutrición que puede exacerbar una variedad de morbilidades.


La mayoría de los 1.700 millones de casos anuales de enfermedades diarreicas infantiles, la segunda causa de muerte de niños menores de cinco años, están relacionados con la mala calidad del agua , lo que destaca la gravedad de las consecuencias de la inseguridad hídrica.


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